Dos reporteros de un diario japonés filmaron a escondidas al afamado arqueólogo japonés Shinichi Fujimura, conocido en su país como “el arqueólogo de las manos de oro”.
La prestigiosa revista científica Archéologia publicó en 2001 (Nº. 383, Nov. 2001, pág.6) un reportaje titulado “Japón… ¿todo falso?” que es motivo suficiente para suscitar nuestra preocupación aunque los hechos tuvieron lugar en la lejana Japón.
Dos reporteros de un diario japonés filmaron a escondidas al afamado arqueólogo japonés Shinichi Fujimura, conocido en su país como “el arqueólogo de las manos de oro”. Pudieron registrar cómo enterraba herramientas neolíticas recién falsificadas para volver a ‘descubrirlas’ unas horas más tarde. Confrontado públicamente con los hechos, admitió haber falsificado dos excavaciones arqueológicas y se retiró de sus actividades profesionales. Como consecuencia, en mayo de 2001 se formó una comisión de científicos dirigida por un prestigioso arqueólogo de la Universidad de Meiji que interrogó cinco veces a Fujimura, a quien sus médicos y abogados intentaban blindar como pudieron.
A principios de octubre se hizo público el resultado de estas primeras investigaciones: Fujimura confesó por escrito que durante su larga vida profesional había falsificado 42 yacimientos japoneses. Existía toda una gama de grados: tanto había inventado el lugar del hallazgo como falsificado piezas concretas o también todo el inventario de una excavación.
Dado la envergadura de este engaño – apunta la revista – se han puesto en duda todos los datos de la prehistoria de Japón. En los años 60 había tenido lugar un encendido debate sobre la existencia o no de una población paleolítica en Japón, pero en 1981, Fujimora había solucionado la cuestión al ‘descubrir’ unos útiles de piedra de 40.000 años de antigüedad. Pudo ofrecer así, por fin, a los japoneses lo que hasta ahora habían envidiado a las demás naciones: unos antepasados antiquísimos en el propio territorio. En los años siguientes, éstos se hicieron más y más antiguos: hubo hallazgos de 200.000 años de antigüedad e incluso de 700.000 años. En 1997, Fujimora descubrió precisamente el útil de piedra más antiguo del mundo, cuyos dos fragmentos fueron hallados uno a 30 kilómetros del otro.
Los mentores y colaboradores de Fujimora confirmaban todas estas excavaciones y le otorgaron grados académicos. Hubo algunos debates sobre los detalles, como suele suceder en círculos científicos, pero éstos sólo consolidaban los hechos básicos.
¿Cómo puede ocurrir – se pregunta el redactor de la revista, S. C. – que todo un pueblo fuera engañado durante 20 años de esta manera? En Japón se realizan cada año de 7.000 a 8.000 excavaciones de emergencia, de las sólo se publica una minúscula parte. Los yacimientos correspondientes al paleolítico se realizan por parte de un grupo muy pequeño de expertos que se conocen todos entre ellos – un hecho que ahora es motivo de preocupación general.
Ahora se hace necesario que todas las excavaciones publicadas por Fujimura que han llegado a formar parte de la literatura científica sean revisadas a fondo por investigadores independientes. Éstos deben pertenecer sobre todo a las ramas de las ciencias naturales, según exige el jefe de la comisión. Y es obvio que hasta que concluyan estas investigaciones, previstas para los próximos años, la totalidad de los datos de la prehistoria de Japón deben ser provisionalmente invalidados y descartados.
A la comisión hay que desearle suerte y ‘manos de oro’.
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